Cuando llega el momento en que en la familia ya son todos mayores de edad, los viajes familiares se disfrutan de otra manera. Por un lado, porque dejan de ser una obligatoriedad y por otro porque los miembros dejan de tener jerarquía y se vuelven compañeros de aventuras.
En el 2012 fuimos con mis hermanos y mi mamá a celebrar sus cincuenta años a Europa. Primero recorrimos Madrid y Barcelona y después fuimos en tren hasta París unos días. De ahí otro tren hasta Venecia, pasamos por Florencia y finalmente llegamos a nuestro último destino: Roma.
Entre los cuatro días de estadía que tuvimos en esa ciudad, tocó el Día de la Madre, por lo que con mis hermanos decidimos regalarle a la nuestra un día en la Isla de Capri.