n la vereda, sentado en el umbral de una puerta centenaria, miro a la izquierda y veo a una pareja tomando una cerveza a escasos dos metros. Yo también bebo la mía —una Devassa puro malte, lager—. Hacia la derecha veo acercarse a otra pareja sonriente con un carrito de bebé. Hay mucha gente en la calle, la mayoría son turistas yendo y viniendo. Cuando veo gente disfrutando de lugares públicos, distendida, relajada, me da una sensación agradable, veo gente feliz y soy parte de esa felicidad. El calor es sofocante. Sin embargo, las estrechas calles generan sombra y hay una tenue brisa que las recorre, ayudando a morigerar el calor. La calle es de piedra y solo pueden pasar autos autorizados (como taxis o patrulleros). Por eso, en la práctica, es una calle peatonal. Las fachadas son coloridas y pintorescas, dispersan la atención lejos de la suciedad reinante.

Voy a comenzar el relato contando la odisea de mi viaje de ida a Morro de São Paulo.
Me encontraba en la ciudad de Arraial D’Ajuda, a solo unos kilómetros de Morro, quizás por eso minimicé el tema del traslado y decidí resolverlo una vez que estuviera en Brasil (en lugar de planearlo de antemano).

El primer problema con el que me encontré es que solo una compañía de ómnibus me llevaba desde Porto Seguro (ciudad lindera con Arraial D’Ajuda) hasta Valença (ciudad continental y cercana a Morro, que es una isla).

Esta única empresa tiene un único tipo de servicio, que no tiene ni aire acondicionado ni baño, y lo que es mucho peor, es el ómnibus que en Argentina llamamos «lechero», es decir que realiza interminables paradas.

Arraial D’Ajuda se encuentra al sur del Estado de Bahia, a 730 km de Salvador y 1130 km de Rio de Janeiro. Si planeás ir en avión, como hice yo, hay que tener en cuenta que el aeropuerto más cercano es el de Porto Seguro.

Al llegar ahí, tomé un taxi y viajé unos minutos hasta subir a una barcaza (o balsa como le dicen ellos) muy grande (tiene una capacidad realmente importante, ya que transporta muchos autos).

Bajé del taxi y subí las valijas a la barcaza para cruzar el río Buranhém. El cruce es sereno, se siente la brisa fresca y lentamente se van dejando atrás las luces y el ruido de Porto Seguro para ir entrando paulatinamente en el mundo tranquilo de Arraial D’Ajuda.

El viaje por el río no demora más de 10 minutos y las barcazas funcionan las 24 horas en cruces regulares.
En la otra orilla hay que volver a tomar otro taxi o también hay combis para el traslado. Luego de unos minutos se llega al centro de Arraial D’Ajuda.